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Frente a la lápida se encontraba una mujer vestida de negro, con piel clara y translúcida, lo que le daba una apariencia misteriosa e indiferente.
Las hojas marchitas pasaban volando, y su cuerpo delgado se balanceaba con el viento, como si estuviera a punto de ser arrastrada por él.
Aileen miraba en silencio la foto en blanco y negro en la lápida, sus ojos llenos de intensa concentración, como si quisiera entender a la persona en la imagen.
El hombre en la foto tenía labios delgados y unos ojos sombríos bajo cejas gruesas, desprovistos de calidez. Geoffrey, nacido de orígenes humildes, sus padres habían fallecido hace mucho tiempo, y durante su vida fue una persona silenciosa y poco sociable. Después de ser ejecutado por fusilamiento, su cuerpo fue cremado, y Dirk trajo de vuelta sus cenizas.
Aileen se sintió culpable al darse cuenta de que este hombre, que legalmente era el más cercano a ella, nunca lo entendió realmente, ni tampoco invirtió pensamientos en él.
Una mujer de mediana edad, elegante y adinerada, se acercó sosteniendo un paraguas y dijo suavemente, "Aileen, vámonos. Mirar a Geoffrey así no lo traerá de vuelta. Regresemos a Inglaterra y comencemos una nueva vida."
"Tía..." Aileen abrazó a la mujer de mediana edad a la que llamó tía, su voz quebrándose, y sollozó incontrolablemente.
Hace medio mes
En una espaciosa cama blanca yacía una mujer, la tenue luz del crepúsculo brillando a través de la ventana, iluminando su rostro claro, haciendo que sus rasgos fueran aún más distintivos. Incluso con los ojos cerrados, su belleza permanecía intacta.
Una respiración débil, un pecho casi inmóvil y una piel pálida con venas azuladas hacían parecer que la persona en la cama no estaba en un sueño profundo, sino más bien un recipiente vacío.
El tiempo pasaba poco a poco, y los párpados de la mujer se movieron.
Se escucharon pasos apresurados, y con un "chasquido", el silencio se rompió.
La voz sorprendida de otra mujer resonó, "Señor Dirk, ¡la señorita Aileen está despierta!"
Aileen luchó por abrir los ojos, sintiendo una luz fuerte a la que no podía ajustarse. Quería levantar la mano, pero la encontraba demasiado débil.
Cuando abrió completamente los ojos, vio a un anciano con una bata blanca. Al verla, el rostro lleno de arrugas dejó escapar un suspiro de alivio, y sus ojos se llenaron de emoción.
"Aileen, finalmente has despertado."
Como recordando algo, Dirk le dijo a la enfermera detrás de él, "Atenúa un poco las luces."
La mente de Aileen aún estaba entumecida, sus extremidades se sentían como si estuvieran llenas de plomo, y miró a su alrededor. Las luces de tonos cálidos en la habitación de tonos fríos la hacían sentir acogedora. Su garganta se sentía seca. "¿Esto es... un hospital?"
Dirk asintió, "Este es el Hospital Metodista T.C. Pero, ¿sientes alguna incomodidad en tu cuerpo?"
Hospital Metodista T.C.
Los recuerdos de Aileen regresaron gradualmente. Este era el hospital con el que Geoffrey estaba asociado, y el anciano frente a ella era su mentor universitario, el señor Dirk.
Sin embargo...
Mientras observaba a Dirk, una extraña emoción surgió en sus ojos. El señor Dirk en su memoria parecía algo diferente del que tenía delante. Algo no cuadraba. Justo cuando Aileen bajó la cabeza para reflexionar, su cabeza comenzó a zumbar como si explotara.
Después de un rato, logró pronunciar una frase.
"Solo mi cuerpo se siente pesado. ¿Está Geoffrey en el hospital?"
Su mirada se dirigió al espacio detrás del señor Dirk. Recordaba que, aunque su matrimonio con Geoffrey era frío, él siempre fingía ser un buen esposo frente a los demás. Pero hoy, no lo veía, lo cual no encajaba con su estilo.
Al escuchar la confusión de Aileen, la expresión de Dirk se volvió repentinamente extraña, y evitó su mirada.
Al ver esto, Aileen recordó la apariencia de Geoffrey cuando se enteró de su leucemia en etapa avanzada, y lo entendió. Su matrimonio carecía de amor y se basaba en sus necesidades mutuas. Quizás él ya había decidido divorciarse de ella, sin mencionar que ahora ella seguía siendo una carga.
"Señor Dirk, lo sé, no tiene que preocuparse. Ya soy una persona moribunda, y no le pediré mucho a él."
La tristeza en los ojos del señor Dirk se profundizó, y sacudió la cabeza, "No malinterpretes a Geoffrey, él..."
Dirk miró tiernamente a Aileen, que era más joven que su propia hija. Habiendo sido médico durante más de cuarenta años, se había insensibilizado ante la vida, la muerte y la enfermedad. Sin embargo, al enfrentar la difícil situación de esta joven ante él, no pudo evitar sentir dolor en el corazón.
"Aileen, ¿sabes cuánto tiempo has estado dormida? Ocho años, ocho años completos."
Sus palabras golpearon el ya entumecido corazón de Aileen como una campanada, trayendo consigo una ola de tristeza.
Ocho años...
Repitió silenciosamente estas dos palabras en su corazón. No es de extrañar que cuando vio por primera vez al señor Dirk, sintiera algo extraño. Resultó ser el rastro de ocho años.
La habitación del hospital quedó en silencio. Aileen movió con dificultad sus labios sin color, "Entiendo, señor Dirk."
Al darse la vuelta, las lágrimas cayeron de las comisuras de sus ojos sobre la almohada. "Estoy un poco cansada, quiero descansar un rato." Ya no quería preocuparse por lo correcto o incorrecto. Habiendo pasado ocho años acostada, Dios inesperadamente le dio otra oportunidad para despertar.
"Está bien, está bien, entonces descansa bien." El señor Dirk miró pensativamente a la mujer que se había dado la vuelta y salió de la habitación.
La enfermera siguió apresuradamente a Dirk y susurró, "¿Por qué no le dijo la verdad a la señorita Aileen? Lo descubrirá tarde o temprano."
"Vamos despacio. Aileen acaba de despertar, no le demos demasiada conmoción." Los ojos de Dirk, nublados por la experiencia, se entrecerraron.
"No dejes que nadie más la moleste durante este tiempo."