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Capítulo 30

Las manos de Erik en mi espalda amasaban profundamente mis músculos. Se inclinó para darme otro beso, y el sabor de su lengua, el aroma de su piel, recorrieron mi cuerpo como mercurio líquido por mis venas.

En cuanto mis rodillas empezaron a temblar un poco, él sonrió y me sostuvo más fuerte, frota...