¿Meterme en un compromiso falso con el único hombre que aún atormenta mis fantasías nocturnas? Esa es la clase de decisión imprudente que me pone la piel de gallina, y es exactamente la oferta que Jason Shane, mi nuevo jefe y antiguo amor de la secundaria, me presenta. Soy yo quien accidentalmente se encuentra con su mirada ardiente y su físico esculpido en el vestuario de hombres, donde el vapor no proviene solo de las duchas.

¿La química? Es tan palpable como las gotas que corren por su pecho tonificado. ¿La propuesta? Un seductor plan para fingir ser su prometida y deslumbrar a los altos mandos de la empresa. El pago es generoso, tentador y completamente escandaloso. Con el corazón acelerado y un susurro de "sí", me encuentro arrastrada a un mundo de lujo embriagador y actuación pecaminosa.

Pero este retiro no es un asunto ordinario. Cada caricia fingida está impregnada de un anhelo genuino, cada beso simulado cargado de un deseo real. Estoy atrapada en un baile de engaño sensual, donde cada toque es una confesión secreta de anhelo. A medida que las líneas entre la actuación y la realidad se desdibujan, el hombre con el despiadado filo empresarial muestra destellos del amante tierno de mi pasado.

Sigo diciéndome a mí misma que todo es solo un juego, que el hombre que ahora domina las salas de juntas no puede ofrecer la ternura que anhelo. Se supone que debería ser fácil dejar atrás la fantasía cuando termine la mascarada. Sin embargo, con cada abrazo robado, me quedo cuestionando si este acto de pasión podría llevar a un amor demasiado real.

Estoy entrando en una historia donde viejas pasiones ardientes se encienden en medio de un juego de amor y pretensión de alto riesgo, poniendo a prueba los límites entre la fachada y lo sincero. ¿Podré interpretar el papel sin enamorarme del hombre detrás de la máscara?


Falsa prometida del multimillonario

"Creo que solo quiero hacer algo que marque la diferencia."
Hay un toque de ansiedad en su voz, y sé por qué. Hemos hablado de esto antes. De lo absurdo que es que, a los dieciocho años, se supone que debemos decidir cómo pasar el resto de nuestras vidas. Como si hubiera un camino recto a seguir y n...

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