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CAPÍTULO 70 El ultimátum

La iglesia crujía y gemía contra la tormenta, cada ráfaga sacudiendo las ventanas como si la ventisca misma quisiera entrar. Pero no era la tormenta lo que hacía que mi lobo se erizara—era el hombre esposado y arrodillado frente a mí en la oficina del pastor.

Ashton.

Zuri y Leon lo habían arrastra...