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Adeline y Alexander se detienen por la noche y regresan a casa por la mañana

Alexander me ayudó a bajar del caballo. Me condujo hacia un cojín acogedor colocado cerca de la fogata, donde el reconfortante aroma de un guiso flotaba en el aire. Mis músculos adoloridos protestaron mientras me acomodaba, pero el calor del cojín fue un pequeño alivio. Un guardia se acercó, ofrecié...