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Demasiado sensato

Seth Vernier estudió a su estudiante con ojo crítico, sintiendo que algo andaba mal.

—Mi señora —dijo, paseando por los terrenos polvorientos para quitar la espada de las manos descansadas de Casina. Ella había estado apoyada en su empuñadura durante los últimos cinco micrones, mirando al vacío. Cu...