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Capítulo quince

Él gime cuando retiro mi brazo con el látigo en la mano. No es un sonido de miedo. No. Es un sonido lleno de deseo. Un deseo enfermizo. Uno que nunca entenderé.

—Hazlo —gruñe, antes de inclinarse para prepararse para el primer golpe del látigo. Mi mano tiembla mientras lanzo mi brazo hacia adelante...