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Capítulo veintisiete

Al acercarme al borde, el ancla de la cuerda se reveló: una entidad inesperada y desconcertante. Era él, el guerrero Kaimari, su postura inquebrantable, las afiladas garras de araña del otro extremo de la cuerda perforaban la piel desprotegida de su hombro derecho. Las metálicas prolongaciones de la...