




Capítulo 6
—No necesitas decirlo, amigo mío, pero hay una razón crucial por la que te llamé, y necesitamos discutirlo —dije pensativamente, captando la atención de Arturo.
—Algo pasa, te escucho diferente, y reconozco ese tono de voz; es algo importante, cuéntame —dijo Arturo.
—Mi hijo acaba de enviarme la lista de los alfas invitados a la reunión anual y un nombre en particular que nunca pensé volver a ver ha llamado mi atención —dijo Leandro.
—No puede ser el nombre que estoy pensando porque oficialmente acordamos que se mantendría alejado de nuestro territorio, y juramos ese pacto.
—Tienes razón. Lo juramos tú, el alfa Contti y yo, pero no su hijo Dario, quien ahora es el alfa formal del clan Highland y será el que venga en su lugar —dijo Leandro.
Arturo se levantó de su silla, furioso. La sola idea de ese hombre cerca de su hija lo enfurecía.
—No podemos permitir que se acerque a mi hija, estoy seguro de que sus intenciones no han cambiado, e incluso si ella fuera su compañera, no permitiría que mi hija estuviera con ese hombre.
—Tienes que hablar con Leonardo; tenemos que hacer algo —dijo Arturo.
—Hay poco que podamos hacer, y si hablo con mi hijo, tendremos que contarle todo, desde por qué tuviste que enviar a tu hija lejos —dijo Leandro.
—¡Aurora! Mi hija sabe sobre esto —dije seriamente.
—Aún no, pero es inevitable que pronto lo descubra —dijo Leandro.
—Hablaré con Rocco, y pensaremos en algo; todavía tenemos tiempo.
Cuando regresamos del paseo, Luciano y yo nos quedamos en el jardín hablando.
—Gracias por mostrarme la zona. Me la pasé muy bien contigo, y espero que esto se repita —dijo Luciano.
—Yo también me la pasé muy bien, Luciano, y claro, cuando quieras —dije, sonriendo mientras miraba las estrellas. La noche era hermosa. Me recordaba a cuando era niña y salía de casa por la noche para estar en el lago y contemplar las estrellas.
Estaba tan distraída por el hermoso paisaje que no noté cómo Luciano me miraba.
—El paisaje es hermoso, ¿verdad? —dijo Luciano mirándome.
—Sí, lo es. Te deja sin aliento, ¿no crees? —dije, refiriéndome a las estrellas. Sin embargo, al girar para mirar a Luciano, me sentí incómoda al darme cuenta de que él hablaba de mí.
—Por cierto, Aurora, tengo una pregunta. Escuché por ahí que has regresado recientemente. ¿Estabas de viaje? —preguntó Luciano.
—No, es algo más complicado —dije sin mirarlo directamente.
—¿Qué quieres decir? —mencionó Luciano, perplejo con mi respuesta—. Sé que acabamos de conocernos, pero siento que te conozco de toda la vida, créeme, puedes confiar en mí; prometo ser discreto.
—Cuando tenía 14 años, mi padre me envió con mi tío Rolando para comenzar mi entrenamiento. No es un secreto que él tiene una habilidad especial para el arte del combate y una velocidad diferente —dije, tratando de restarle importancia a mis habilidades.
—Porque siento que esa no es toda la razón por la que estuviste lejos de aquí —dijo Luciano, mirándome—. Puedes confiar en mí, Aurora, te lo prometo.
—Lo sé, pero no estoy lista para recordar, y mucho menos para entrar en detalles ahora mismo. Además, estoy un poco cansada. Quiero retirarme a dormir a mi habitación, si me disculpas —dije, tratando de evadir el tema.
—Claro, hablaré contigo mañana —dijo Luciano mientras se alejaba hacia la casa de nuestro clan.
—¿Qué tal tu cita, hermana? —dijo Rocco al acercarse a mí.
—Por Dios, no es una cita. Solo estaba siendo amable y siendo una guía turística para un amigo —dije, sin darle importancia al asunto.
—Si tú lo dices, parece que Luciano quedó muy encantado con tu compañía.
—Cuando dejes de ser tan molesto, cualquiera pensaría que en 4 años tu carácter mejoraría, pero los milagros nunca llegan —dije, burlándome de él.
—Qué extraño que estés despierta a esta hora; me estabas esperando. ¿Pasa algo? —dije, preocupada.
Rocco me miró, dudando como si estuviera debatiendo consigo mismo sobre decirme algo—. No, solo estaba dando un paseo. No podía dormir.
—Ok, entonces te veré mañana; te quiero, tonto —dije, sonriéndole.
—Yo también te quiero, hermana, descansa —dijo mi hermano mientras entrábamos a la casa, y yo me dirigía a mi habitación, pero en el camino me encontré con Leonardo, que estaba apoyado en la puerta de mi dormitorio.
—Honorable alfa, creo que te has equivocado de piso; el tuyo está en el último piso. Toda la casa es mía —dije, sonriendo sarcásticamente.
—Toda esta ala de la casa es mía, no solo el último piso, pero no te preocupes, puedes quedarte en este piso como mi invitada —dijo, burlándose de mí.
—¿Puedo? Estoy un poco cansada y me gustaría ir a dormir —dije, tratando de quitar su brazo del marco de la puerta para entrar a mi habitación.
—¿No crees que es un poco tarde para estar en una cita? —me dijo muy seriamente. Podía percibir que estaba molesto o celoso, lo cual es lo mismo. Me parecía extraño, aunque llevaba la pulsera, y no debería sentirse así cerca de mí.
Estaba confundida por su reacción—. Soy lo suficientemente adulta para salir con mis amigos, muchas gracias por tu preocupación, querido alfa —dije, tratando de nuevo de quitar su brazo de mi puerta.
—¿Podrías moverte? —gruñí, mirándolo directamente, sin darme cuenta de que nuestros rostros estaban a solo centímetros de distancia. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi corazón latía rápido, y podía oler su aroma, y mi loba Ora intentaba tomar el control.
—No puedo entenderlo, algo me atrae hacia ti, una atracción que no puedo explicarme. Hay algo en ti que me vuelve loco, y no puedo dejar de pensar en ti —dijo Leonardo.
Me puse nerviosa y no sabía qué hacer en ese momento; él se acercaba cada vez más a mí. Nuestros labios estaban a punto de tocarse cuando recobré el sentido, y con mi brazo lo empujé a un lado y entré rápidamente a mi habitación, cerrando la puerta.
Cerré con llave y me apoyé contra la puerta, tratando de recuperar el aliento, que no me había dado cuenta de que había perdido—. Dios mío, qué estúpida, eres una tonta, Aurora, estuviste a punto de ceder —pensé, culpándome por lo débil que había sido.
—Aurora, abre la puerta. Necesitamos hablar —dijo Leonardo.
—No hay nada de qué hablar, Leonardo. Por favor, vete —dije, rogándole antes de perder el control y lanzarme a sus brazos y dejar que hiciera lo que quisiera conmigo.
No puedo explicar lo que siento por ella. Estaba tan confundido como sé que ella se sintió cuando escuchó mis palabras. Podía sentir su piel erizarse cuando la toqué—. Aurora, por favor —dijo Leonardo, rogándole que abriera la puerta. Necesitaba estar cerca de ella, y su lobo se lo pedía.
—Por favor, Leonardo, te lo ruego, vete —la voz de Aurora se escuchaba suplicante, rogándole a Leonardo.
—Está bien, lo siento, no sé qué me pasó, descansa, Aurora —dijo Leonardo mientras se retiraba, confundido por cómo había reaccionado hace un momento frente a ella.