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Sesenta y nueve

Dolía. Las palabras de Melina dolían más de lo que él quería admitir y la furia se apoderó de su mente, porque su corazón ya estaba sangrando lo suficiente como para prestarle atención y ser indulgente con ella. ¡Dios! Lo que no haría por ella. Proteger a Melina estaba tan arraigado en su alma como ...