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Cuarenta y cuatro

Tres días habían pasado, y Henry llegaba a casa tarde en la noche después de pasar el día Dios sabe dónde, pero cada noche se acostaba con Eve en la pequeña cama, quedándose dormido con la niña. En su habitación, Melina permanecía en silencio, escuchando los ruidos alrededor de la casa, y una vez qu...