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Cuarenta y dos

Melina se movió en el colchón, demasiado perezosa para despertarse aún. En su mente, en medio de su sueño, repasaba la noche pasada en los brazos de Henry. ¡Vaya! Fue intenso. Sus besos eran hambrientos y desesperados, la forma posesiva en que sus manos recorrían su cuerpo, acariciando cada curva, a...