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Treinta y uno

Melina no le respondió con palabras. Lo miró en la oscuridad de la habitación, solo la luz de la luna bañándolos a través de la ventana. Sus ojos brillaban con pasión y la certeza del momento. Lo deseaba, y estaba allí por su propia voluntad. Él esperaba que ella no se arrepintiera de su decisión má...