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Doce

—No sabía que la señora Yiannopoulos se iba a mudar —murmuró para sí misma, sosteniendo a Eve con fuerza en su abrazo.

—La soborné —dijo él sin un ápice de vergüenza—. Está a solo unas cuadras en una casa mejor —su voz pecaminosa estaba llena de travesura—. Ven, Evangeline, déjame ayudar a tu madre...