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Treinta y tres

—Aquí tienes, cariño.

Lysander colocó mi taza de café en la mesa frente a mí, seguido de un plato de tocino y huevos. Me sorprendió que no se fuera de inmediato, pero la gloriosa sensación de sus labios conectando justo debajo de mi oreja me hizo derretirme. Tarareó de satisfacción, colgando sus br...