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Capítulo treinta

Iba a perder a mi compañero real.

Pero no lo hice, porque la vida era cruel. La vida pensó que la justicia sería demasiado misericordiosa para mí. La vida quería romperme.

Porque en el segundo en que se iba a dar el golpe final, el destino cambió por un momento de vacilación. Los colmillos de Bastio...