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Libro 2: Oro oculto

Las campanas de la iglesia sonaron la Quinta Hora, y estábamos casi en casa. Pregunté si podíamos tomar el camino largo... porque el Rey estaba dormido, roncando con la boca abierta en el carruaje. Lo dejé dormir en mi regazo y acaricié su cabello hasta los hombros. Actualmente no lo tenía en un moñ...