




Capítulo siete
Lola miró a Puca. Sus mejillas estaban rojas como un tomate, su desordenado cabello púrpura hecho un lío. Él tenía razón. Estaba cansada a pesar de la vergüenza que sentía por haber caído sobre Lu y la forma en que él la había sostenido. Se mordió el labio mientras se alejaba de los hombres y caminaba lentamente por el pasillo hacia su dormitorio.
—Avísame si necesitas algo —dijo por encima del hombro.
El cuerpo de Lu había sido sorprendentemente musculoso debajo de ella. Sacudió ese pensamiento de su mente y abrió la puerta de su dormitorio. Extendió la mano en la oscuridad, buscando la suave pared blanca para encontrar el interruptor. Finalmente lo encontró y encendió la luz. Soltó un suspiro de alivio.
Lola sabía que era un miedo tonto para un adulto. Tener miedo a la oscuridad, pero eso no lo hacía menos real para ella. Cerró la puerta detrás de ella mientras entraba en la habitación suavemente iluminada y se dejó caer de cara sobre su cama.
Hundió su rostro en la colcha hecha a mano, su cuerpo hundiéndose en la suave superficie mientras pensaba en la colcha debajo de ella.
La que ella y su abuela habían hecho juntas el invierno antes de que ella falleciera. Sentadas junto a la chimenea con sus máquinas de coser preparadas. Tarareando suavemente mientras charlaban. Era un buen recuerdo, uno que atesoraría para siempre.
La llenaba de pensamientos felices solo con mirar los cuadrados púrpuras y amarillos, envolverse en ella se sentía casi como un abrazo de su abuela y saboreaba esa sensación.
Qué no daría por escuchar la voz de su abuela una vez más. Los tonos melódicos del sur siempre la hacían sentir tranquila. Sintió una punzada de soledad mientras el dolor en su pecho se profundizaba.
Se quitó los zapatos y se hundió más en la cama, girando su cuerpo para poder cubrirse con las mantas. Sin molestarse en asearse. Podría ducharse por la mañana, tal vez todo sería una alucinación elaborada y estaría sola de nuevo.
—Ella es como nosotros —dijo Puca. Su profunda voz llenando la silenciosa habitación, su mirada dorada posándose en la puerta cerrada del dormitorio.
—Sí, lo es —dijo Merrow a su lado, con los brazos cruzados mientras miraba la puerta y luego volvía a mirar a su amigo y a veces amante.
—Incluso parece fae —dijo Puca, moviéndose hacia las colchas que estaban en la silla.
—Eso es cierto —coincidió Merrow mientras miraba la puerta cerrada. Pensando en la chica al otro lado, incluso si su cabello hubiera tenido su color natural. Aún podría decir que era fae.
—Lo averiguaremos, leannan —dijo Puca mientras empujaba el hombro de Merrow. Le entregó una manta al tritón y le indicó que se acostara en el jergón mientras él se quitaba la camisa.
Bodach estaba preparando su propio jergón mientras escuchaba a los dos hombres hablar sobre Lola. Tenía que admitir que ella era algo especial. Algo en ella despertaba la oscuridad que yacía en él.
No podía evitar preguntarse qué tipo de fae podría ser ella.
Se acostó en la suave colcha y sintió su cabeza hundirse en la almohada de plumas, soltando un suspiro de placer. Cerró los ojos.
Dentro de su prisión, no habían tenido ropa de cama tan suave, de hecho, no habían tenido ropa de cama en absoluto y esto se sentía como el cielo. Sería aún mejor si Lola estuviera acurrucada a su lado. Su calor filtrándose en su piel. Se mordió el labio suavemente mientras pensaba en el contorno de sus pechos presionados contra él. Podría deslizar su mano desde su sedoso cabello hasta su hombro, pasando por la curva de su cadera. Su mano acariciando la suave curva de su trasero antes de que el agudo golpe de su mano la hiciera gemir con un jadeo.
Abrió los ojos, sacudiendo la cabeza. ¿Qué era Lola que lo hacía sentir así?
Bodach nunca se había sentido así por nadie antes, humano o no. Se giró de lado, tratando de no imaginar cómo se vería después de un buen revolcón. Sus mechones púrpuras sueltos sobre sus hombros. Sus labios hinchados por sus besos mientras se acurrucaba junto a él. Llevando nada más que una sonrisa satisfecha.
Se mordió el labio inferior con más fuerza, gruñendo. Iba a ser una noche muy larga e incómoda para él.
En el sofá, Lu yacía con el brazo sobre los ojos fingiendo dormir, escuchando a Merrow y Puca. No pudo evitar sonreír ante el gruñido que escuchó provenir de Bodach, conocía bien ese sonido.
Era el sonido de la frustración, y una pequeña parte del leprechaun disfrutaba enormemente de ese sonido. Al igual que lo había hecho durante gran parte de su tiempo en esa maldita caja. Él mismo se sentía igual de frustrado al pensar en cómo se había sentido Lola contra él. Su pecho presionado contra el suyo mientras ella luchaba contra él. Despertando algo en él que no había sentido en años, anhelo.
Un anhelo por el toque de un amante. Pero quería más. Algo en la forma en que ella le había hablado antes mientras él bebía su vino había despertado su interés. Lu no podía esperar a ver hasta dónde podía empujarla. Ver cómo se veía con sus ojos brillando de ira. ¿Se sonrojaría su piel, o estaría cubierta de ese rubor que la hacía brillar antes?