




Capítulo cinco
Lola hizo una mueca de dolor al sentir una punzada en el hombro mientras levantaba la bandeja de madera. La volvió a dejar rápidamente. Movió los hombros antes de levantarla de nuevo.
—¿Todavía estás herida? —preguntó Bodach al ver la mueca que deformaba sus bonitos rasgos. Miró con furia a Merrow antes de acercarse a ella.
—Estoy bien, me pondré hielo después —dijo ella, girándose para llevar la bandeja al salón y alejarse de la tensión que sentía entre los dos hombres.
—Déjame a mí —dijo Bodach, adelantándose para tomar la bandeja de sus manos. Lola la soltó mientras él la acercaba a su amplio pecho.
—Gracias —dijo Lola, mirándolo. Nunca había visto a una persona con ojos carmesí y se mordió el labio, estudiándolo. Sus ojos eran más grandes de lo normal, sus rasgos casi delicados con una mandíbula ligeramente cuadrada.
—Es un placer —dijo él, esbozando una sonrisa al captar su mirada de admiración. Algo se tensó en la parte baja de su estómago, un rubor subió a sus mejillas por la forma en que él dijo "placer".
¿Qué tipo de hechizo estaban tejiendo estas criaturas?
Lola se volvió para mirar a Merrow, quien levantó una ceja mientras cruzaba sus musculosos brazos sobre el pecho. Ella se alejó, casi corriendo hacia el salón mientras Bodach colocaba la bandeja sobre la mesa de centro frente a Lu.
—Merrow sugirió té de menta —dijo Lola, las palabras saliendo más rápido de lo que pretendía.
—Sí —dijo él, sentándose junto a Lu en su pequeño sofá—, mejor que un té de Earl Grey.
—¿Bebes té hecho de carne? —dijo Puca, frunciendo el labio con disgusto.
—Solo lleva su nombre, no está hecho de él. No somos caníbales —dijo Lola mientras le entregaba a Puca una de las delicadas tazas de té—. Bueno, quiero decir, algunos humanos lo son. Ninguno por aquí que yo sepa, tal vez el tipo del 3B.
Lu le lanzó una mirada y ella levantó las manos.
—Solo bromeo. Dudo que Sam deje entrar a inquilinos así.
—Es bueno saberlo, go halainn —dijo Puca, inhalando el vapor de su té. Un suave suspiro de placer escapó de sus labios, haciendo que los ojos de Lola se abrieran de par en par. No entendía por qué su cuerpo respondía de esa manera a ellos. ¿Era porque eran fae? ¿Era este algún poder súper secreto que poseían?
Lola agarró un cojín de suelo y se sentó, mirando a los hombres que llenaban su pequeño salón. Volvió a tener esa extraña sensación de estar en otro mundo al observar su ropa. Era tan fuera de lugar en su moderno apartamento. Destacaban de su estética colorida con sus pantalones de cuero que parecían suaves al tacto. Camisas que no parecían suaves, aunque ella sabía que lo eran. Lola frunció el ceño. ¿Cómo se suponía que iba a sacarlos de su apartamento?
¿A dónde irían?
Parecían dirigirse a alguna convención de LARP o algo así. Se mordió el interior de la mejilla mientras pensaba en el recado que iba a hacer para Erik mañana. ¿Qué haría con sus nuevos invitados mientras estaba ocupada?
Sacudiendo la cabeza mientras miraba alrededor de la habitación, decidió que se preocuparía por eso mañana. Tal vez podría decir que eran primos o... ¿a quién quería engañar? Nadie se lo creería.
Parecían modelos sacados de las portadas de las novelas románticas cursis que le gustaba leer. Mientras que ella, con su cabello púrpura salvaje, piercings y figura curvilínea, nunca sería considerada una belleza tradicional. En su mayoría, estaba bien con eso. Algo en las miradas que le lanzaban la hacía desear haber puesto más esfuerzo en su elección de ropa y maquillaje hoy.
Bebió un sorbo de té, tratando de no pensar en la forma en que los ojos de Bodach recorrían su cuerpo mientras se sentaba cerca de ella. Su rostro se sonrojó y no quería entender por qué.
—¿Qué eres? —preguntó él, su voz un murmullo bajo mientras sus ojos se encontraban con los de ella.
—No, no entiendo lo que estás preguntando —dijo ella, metiendo un mechón de cabello detrás de su oreja.
—No eres una simple mortal, puedo olerlo en ti —dijo Puca desde donde estaba sentado en el sofá.
—Estoy bastante segura de que he sido humana toda mi vida —dijo Lola con el ceño fruncido. No tenía familia a quien preguntar. Sus padres habían fallecido cuando era más joven. Su abuela la había criado hasta que ella también falleció el verano pasado. Lola sintió una punzada de soledad. Era la última de su línea de sangre. Incluso si hubiera querido preguntarle a su Nana sobre esto, no podría hacerlo.
—Sí, yo también lo huelo —dijo Merrow, con los codos apoyados en los muslos mientras se inclinaba hacia adelante para estudiarla.
—Debe ser el cabello —dijo Lu antes de tomar otro trago de la botella de vino.
—Oh, eso es solo tinte —dijo Lola—. No me gusta mi color natural y creo que este me queda mejor.
—¿Cuál es tu color natural? —preguntó Puca, sus labios curvándose en una media sonrisa mientras la observaba con sus ojos dorados.
—Um, es rubio fresa. Así que no es realmente rojo, ni realmente rubio —respondió, pasando los dedos nerviosamente por su cabello. No estaba acostumbrada a tener tantas miradas sobre ella.
—Apuesto a que parece oro hilado a la luz del sol —murmuró Puca mientras pensaba en cómo se vería con su color de cabello natural extendido en el suelo. El sol brillando a través de los árboles, pintando su piel pálida más brillante mientras la observaba a ella y a Merrow adorándola. Su cabeza enterrada entre sus muslos mientras ella jadeaba su nombre. Sintió que su miembro se estremecía en respuesta y miró al otro hombre con una mirada de complicidad.
Sabía que había dicho que no se acostarían con ella, pero algo en Lola llamaba a algo en él. Lo había sentido en el momento en que la había curado, lo había sentido cuando su magia la había tocado. Bailando bajo sus dedos, probándolo mientras su magia la probaba a ella. Sabía que quería probarla también. Ver si sabía tan dulce como su magia, como las flores de madreselva que perfumaban las noches de verano en su infancia.