




Capítulo dos
—No sé cuánto podría ayudar —dijo Lola mientras tomaba una de las galletas y le daba un mordisco.
—Solo necesito a alguien que haga recados por mí de vez en cuando, cuando no pueda salir de la tienda. Siempre he sentido que puedo confiar en ti —dijo Erik con una sonrisa esperanzada.
Lola pensó en su oferta mientras mordisqueaba la galleta. Le ayudaría a conocer mejor a Erik y ver si ella y el apuesto tendero tenían algo más en común además del amor por las antigüedades. También le daría un ingreso extra, que tristemente en estos días necesitaba el dinero. Lola trabajaba en el vivero local y los meses fríos siempre significaban que no la necesitaban en el negocio y sus cheques de pago empezaban a reflejar eso.
—¿Cuándo empezaría? —preguntó mientras dejaba la galleta en el borde del platillo y tomaba la taza de té para dar un sorbo al té ligeramente endulzado.
—Mañana, si no interfiere con tu otro trabajo —Erik dejó su taza y platillo con una sonrisa. Sacó un sobre color crema de su bolsillo del chaleco y se lo entregó. Sus dedos se rozaron cuando ella aceptó el sobre de vitela. Sintió una chispa de algo que no podía nombrar encenderse en su pecho, se sentía casi mágico.
Erik miró sus dedos tocándose, retiró su mano flexionando los dedos.
—La información sobre el artículo que vas a recoger y el pago están incluidos.
—Mientras no sea peligroso, puedo ayudar —dijo Lola mientras guardaba el sobre en su bolso que descansaba junto a sus pies. Terminó su té y galleta, dejando la taza y el platillo en la mesa mientras se levantaba.
—Nunca te pondría en peligro, gracias por tomar el té conmigo hoy —dijo él mientras se levantaba. Las campanillas de la puerta hicieron un sonido tintineante cuando otro cliente potencial entró en la tienda.
—Supongo que nos veremos mañana por la tarde —dijo Lola mientras recogía sus bolsas y se dirigía hacia el frente de la tienda.
—Lo espero con ansias —dijo Erik mientras la acompañaba hasta la puerta. Lola observó cómo se daba la vuelta para saludar al comprador que había entrado antes.
Salir afuera y volver al mundo real fue un golpe para su sistema. La sensación casi mágica que sentía dentro de la tienda de antigüedades siempre la dejaba emocionada por un tiempo en el que pudiera regresar. El aire fresco y frío giraba a su alrededor, haciendo que su cabello púrpura danzara en el viento y ella sonrió, sintiendo una conexión con algo más. Algo más poderoso que ella misma.
Lola cerró los ojos, absorbiendo la sensación, antes de que el claxon de un coche al pasar la hiciera saltar. Soltó un profundo suspiro. Era hora de volver a la realidad. Caminó por la acera dirigiéndose a casa, con un salto en su paso mientras pensaba en el trabajo y en la caja que llevaba. Sabía exactamente dónde quería ponerla.
Tarareando en voz baja, casi saltaba por la acera. A veces sentía que había nacido en la época equivocada por lo mucho que disfrutaba de las antigüedades y de estar en la naturaleza. La conexión que sentía con un poder superior cuando hundía sus dedos en la tierra blanda, era algo que aún no había encontrado la manera de expresar con palabras.
Lola abrió la puerta de su apartamento, no era un apartamento grande. Tenía una cocina agradable y disfrutaba de esa característica. Se sentó en el sofá, su compra apretada contra su pecho mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios. Era casi como si pudiera sentir algo especial en la caja. Algo de otro mundo que la llamaba. Con cuidado sacó el objeto envuelto en papel y lo colocó sobre sus rodillas. Se sentía como una niña en la mañana de Navidad.
Desenvolvió el papel con cuidado hasta que su premio se reveló ante ella. Sonriendo mientras lo levantaba, dejando que el papel cayera al suelo mientras lo acercaba para una inspección más detallada. Los símbolos le parecían vagamente familiares, y levantó su dedo índice para trazar las líneas. Lola dejó caer la caja y saltó del sofá.
¿Se había vuelto loca finalmente?
Durante su infancia, la habían molestado por ser diferente. Los susurros aún resonaban en su cabeza, atormentándola.
Debía estar volviéndose loca. Esta era la manera en que su cerebro manifestaba su locura. Lola recogió la caja de nuevo y trazó el siguiente símbolo.
Ocurrió lo mismo. Cerró los ojos, soltando un profundo suspiro. Esto tenía que ser una alucinación muy vívida.
Lola abrió los ojos, su corazón latiendo con fuerza mientras repetía el patrón de trazado. A veces saltando a un símbolo diferente en un patrón aparentemente aleatorio. La madera se sentía cálida en sus manos. La colocó sobre su pequeña mesa de café color lavanda. Observando la caja, esperando que explotara. Se preguntó si tal vez Erik había puesto alguna droga en su té o si realmente se estaba volviendo loca.
Temblorosa, levantó la mano, conteniendo la respiración mientras trazaba el último símbolo. Pequeñas chispas parecían brillar en el aire. Habría sido bonito si Lola no estuviera tan aterrorizada. Las luces se movieron hacia ella, jugando sobre su piel en un torbellino de destellos multicolores.
Retrocediendo, se mordió el labio inferior mientras las luces la seguían. Luego volaron de regreso hacia la caja en un torbellino de movimiento. Soltó el aliento que había estado conteniendo, acercándose para ver qué haría a continuación. Una sensación de ingravidez fluyó a través de ella mientras sus pies dejaban el suelo y salía volando hacia atrás. Lanzada por una fuerza invisible.
El mundo de Lola comenzó a oscurecerse a su alrededor. La pequeña sala de estar estalló en una explosión de luces coloridas que hacía que la anterior pareciera una bengala en comparación con un fuego artificial.