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Cuarenta y dos

Clara decidió romper el hielo y evitar sospechas. Puso una sonrisa brillante en su rostro, pero el miedo permanecía en sus ojos.

—Alexia, hola.

Alexia inclinó la cabeza, cada vez más confundida y sospechosa.

—Nunca me sonríes, Clara. Si lo hacías, era una mueca o con veneno. ¿Qué cambió? ¿Y por q...