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—Sexy también —me guiña un ojo.

—Hmmm, más bien, con un ego demasiado grande —le respondo con un empujón juguetón en el pecho firme frente a mí.

—Me gané el ego porque sé que soy sexy como el infierno, nena, y tu dulce trasero lo sabe —me rodea la cintura con sus brazos debajo de la bata, tirándom...