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—¡Ahora, Emma! —gruñe en mi dirección, y me doy cuenta de que esto es inútil; no me dejará ir hasta que lo haga. Respiro hondo y lo miro mientras le cuento con detalle todo lo que puedo recordar. Él se sienta todo el tiempo en silencio, con la mandíbula apretada y las cejas fruncidas en una mirada i...