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Mi alma gemela

Sin pensar, mi mano alcanzó su muñeca y la bajó. Él inhaló bruscamente, con los ojos muy abiertos, mientras colocaba su mano entre mis muslos.

Ese simple toque me trajo tanto alivio que gemí y me estremecí contra él.

—Apollo... te necesito. Necesito que me toques —supliqué.

—Calli, no debería. Qu...