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—N-no puedo c-creerlo —balbuceó Scarlett entre sollozos—. No puedo creer que se haya ido.

Sienna asintió y la abrazó. La chica era pequeña, pero fuerte, tirando de su suéter tan fuerte que casi la ahogaba.

—Era un imbécil, pero era nuestro imbécil —dijo Scarlett—. De una manera extraña, todavía lo...