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Prólogo

Angelo

—¿No me deseas, Angelo? —preguntó Vivianna.

Dios, sí, más que nada.

Pero es la hermanita de Matteo.

No. La. Toques.

—Vuelve a ponerte la ropa. O si no...

—Sé que me deseas. ¿Ayudaría si...

—Maldita sea, Vivianna. Ponte la maldita ropa o tendré que castigarte.

Sus ojos se iluminaron mientras se daba la vuelta y se inclinaba sobre mi escritorio. Miró por encima del hombro y susurró.

—Castígame, papi.

Señor, por favor envía ayuda.

Átame las manos detrás de la espalda para no tocarla.

Hice lo único que se me ocurrió. Me alejé de la tentación. Salí de mi propia maldita oficina y me dirigí a mi dormitorio. Miré hacia abajo a mi erección y susurré. «Hoy no, Satanás. Hoy no.»

Satanás-0

Yo-1

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