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Capítulo 32.3

Saqué las llaves del bolsillo de mi bata, abrí la puerta y vi a Erik en el suelo, retorciéndose de dolor. Debió haber intentado caminar. Esto es malo, y el acónito se está extendiendo por todo su cuerpo. Corrí a su lado y miré a Tia.

—¿Qué debemos hacer? —pregunté, preocupada por mi compañero.

—Ap...