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Cincuenta: Te odio

Con la espalda firmemente presionada contra la puerta, siento que mis pies comienzan a resbalar. Mientras Alec continúa intentando abrir la puerta, reposiciono mis pies para mantenerla cerrada. Puedo sentir mis piernas debilitándose, amenazando con ceder mientras las lágrimas corren por mi rostro.

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