




Me niego a ser ese tipo de chica
Olivia se vuelve hacia mí.
—¿Estás mirando siquiera?
—No.
Ella se inclina más cerca.
—Oh, deja de ser aburrida y mira a los chicos que acaban de entrar. Me estás empezando a preocupar.
Rápidamente, los miro y luego vuelvo a mirar mi plato solo para mantenerla contenta.
—Eso no cuenta.
Ella se detiene en silencio.
—Hazlo de nuevo. Y hazlo de verdad esta vez, de una manera que lo aprecies.
Exhalo y miro al grupo de chicos sentados a unas mesas de distancia de nosotras. Dos de ellos me dan la espalda, así que no puedo comentar sobre sus caras. Uno lleva una sudadera azul y tiene hombros anchos, muy anchos. El otro es un poco más pequeño, lleva una camiseta negra ajustada y una gorra roja. Mirando más allá de ellos, veo a dos chicos mirando en mi dirección. No son nada especial y uno tiene un bigote molesto.
—¿No se ven lindos?
Ella exclama, pateándome la frente un poco demasiado fuerte y haciéndome estremecer.
—Claro.
Gimo entre dientes. Cuando el dolor disminuye, continúo.
—Quiero decir, no son feos.
Olivia se ríe demasiado fuerte y dos pares de ojos se posan en mí. Mis mejillas se ponen instantáneamente rosadas.
—¿Estás mirando?
Pregunta, susurrando.
No queriendo provocarla, miento.
—No.
Bajo la mirada de nuevo a mi hamburguesa y la levanto para darle un mordisco. Todos los sabores de pollo y salsa inundan mi boca (tomate, alioli, pepinillo), casi gimo en voz alta. Es increíble.
—Voy para allá.
Se vuelve para deslizarse fuera del asiento y dejo mi hamburguesa en su plato mientras alcanzo su brazo. Logro agarrarlo, obligándola a quedarse quieta.
Trago mi bocado de comida.
—No seas idiota. Son cuatro.
Ella me guiña un ojo.
—Cuantos más, mejor.
Olivia se suelta de mi agarre y se alisa su corto vestido gris. Se esponja el cabello largo y se vuelve hacia mí.
—¿Cómo me veo?
Pongo los ojos en blanco, sabiendo muy bien que ya he perdido.
—Ve por ellos.
No hay razón para que no estén interesados en Olivia. Ella es perfecta. Ella se pavonea hacia ellos y yo saco Expiación de Ian McEwan de mi bolso. Cuando Olivia "charla" con los chicos, nunca es cosa de cinco minutos. Lo alarga tanto como puede y, afortunadamente, vine preparada. No estoy muy lejos, pero si es algo como la película, me encantará. Las risitas traen mi mirada de vuelta al grupo. Han hecho espacio para que se siente con ellos, me mira y arrugo la nariz. Definitivamente está en su elemento. Su hermosa sonrisa de labios rosados está en su lugar y, para mi propia sorpresa, señala con un delgado dedo índice hacia mí. Niego con la cabeza mientras mi estómago se revuelve dolorosamente. El chico que me da la espalda, el de la sudadera, coloca su brazo sobre el respaldo de la silla y posa sus ojos oscuros en mí. Gimo internamente mientras la sangre se drena de mi rostro. Miro la sonrisa demasiado confiada y el par de iris de chocolate familiares.
Estúpido Jake.
Abro mi libro y lo levanto para cubrir mi rostro ardiente. Mis mejillas están muy rojas, lo puedo sentir. Jake es intimidante con su cuerpo ancho, físico perfecto y rostro fastidiosamente apuesto. Por favor, por el amor de Dios, que no me recuerde.
No tuve tanta suerte.
Dos largos dedos callosos se curvan alrededor de la parte superior de mi libro y me lo arrebata de las manos.
Lo primero que noto es un par de jeans anchos azul marino oscuro y una sudadera azul que cubre su cabello negro. Está desabrochada, descansando contra su torso duro y exponiendo una franja de su abdomen desnudo y tentador. Aclaro mi garganta nerviosamente mientras mis ojos se fijan en los suyos y hago mi mejor esfuerzo para mantener la mirada en sus ojos y no en la increíblemente dura y tentadora franja de piel.
—¿Hay espacio para uno más?
Abro la boca para decirle que está ocupado, pero él se deja caer en el asiento frente a mí de todos modos, colocando mi libro en la mesa. Un palillo cuelga de su boca tentadora y nunca he querido ser un objeto inanimado con tantas ganas en mi vida. Jake aparta las papas fritas de Olivia y me inclino un poco para mirar más allá de él. Me encuentro con los ojos verdes de Olivia. Ella sonríe y me da un pulgar arriba. Lucho contra el impulso de fruncir el ceño y vuelvo mi atención a Jake, quien me mira intensamente. Tiene el mismo brillo en los ojos que me desarmó en el gimnasio esta mañana. Su dedo índice golpea la mesa y algo dentro de mí se acelera cada vez que su dedo toca la madera. No dice nada, pero puedo sentir sus ojos penetrando mi ropa y lamiéndome por completo. Inhalo profundamente por la nariz en un intento de controlarme.
—Soy Jake, por cierto.
Dice, sacando el palillo de su boca.
—Sé quién eres.
Me estremezco internamente. No quería que mi voz sonara tan grosera. Su cabeza se inclina hacia un lado como si me estudiara cuidadosamente y una esquina de su boca se curva en una sonrisa.
—¿Aquí es donde trabajas?
—No, eh, trabajo como recepcionista para un psicólogo.
Debajo de la mesa, juego con mis dedos. Estoy tan nerviosa y no tengo idea de cómo manejar esta situación.
—Estoy aquí para almorzar con mi amiga.
Asiento hacia Olivia con sus amigos en el asiento, pero él no se da vuelta para mirar.
Su pierna roza la mía, enviando una ola de electricidad a través de mi cuerpo y me aparto. Si fuera cualquier otra persona, ya me habría ido, pero con Jake... no puedo reunir el valor para escapar. El placer estalla en las profundidades oscuras de sus ojos y me pregunto si estoy manejando esto de la manera equivocada. Parece estar atraído por la forma en que lo miro. El problema es que no sé cómo más tratarlo. Es sexy como el infierno y, por un lado, no quiero nada más que él me arranque la ropa, pero por otro lado, me niego a ser ese tipo de chica y sin mencionar el hecho de que tiene novia.
—Si no supiera mejor, Sandra, diría que te repugna.