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Ochenta y cinco

Finalmente, Volencia dio unos pasos hacia adelante. Su mano comenzó a extenderse hacia él, pero se detuvo. —D-Damion, ¿podemos ir a casa ahora?— Sus dedos tocaron las puntas de los suyos. Su mano se estremeció mientras la miraba, pero no se apartó. En cambio, le ofreció una pequeña sonrisa.

—Casa.—...