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Capítulo sesenta y nueve

Mientras subían las escaleras, un guardia se adelantó y abrió la cortina para ellos. El rostro de Claven estaba apoyado contra el brazo de Damion, con una pequeña sonrisa en los labios.

—Bienvenidos a mi palacio.

Las palabras fueron suaves, y el ruido de la ciudad más allá, y el olor, se disiparon...