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Capítulo cuarenta y ocho

El aire estaba más fresco afuera y Volencia se abrazó el pecho. La luna estaba alta, mil estrellas titilaban en el cielo. Damion estaba cálido a su lado, con su brazo alrededor de su espalda y una mano descansando en su cadera.

—Es hermoso.

—¿Qué? ¿La noche? —preguntó ella, sus ojos posándose en e...