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Elías

El trayecto por Seattle fue tenso. Ava seguía apretando mi mano y golpeando el suelo de la limusina con el pie, angustiada. Traté de calmarla, pero estaba preocupada, como una osa protegiendo a su cría, y sabía que no serviría de nada consolarla hasta que esa chica, Sara, estuviera a salvo. Miraba p...