Read with BonusRead with Bonus

Su calidez

Se inclinó y comenzó a desatar mis muñecas. Mis brazos estaban entumecidos. Me atrajo hacia él y comencé a temblar. Las mantas estaban todas en el suelo. No tomó mis temblores como una señal para recogerlas.

—Manta —dije con voz ronca, apenas un susurro.

—No —respondió con una voz profunda y ronca...