Read with BonusRead with Bonus

Capítulo ochenta y tres

Él rió suavemente.

—Sí. De verdad —dijo. La tocó con suavidad, pero con firmeza—. Si te acaricio aquí, lo sientes aquí.

Rozó el nido de rizos entre sus piernas a través del material resbaladizo de su bata mientras su otra mano le masajeaba el pie. Oh, Dios, tenía razón.

Ella inclinó la pelvis hac...