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Capítulo cincuenta y dos

Él levantó la vista de su teléfono.

—¿No quieres nadar? —le preguntó.

Ella asintió.

—Sí. No quiero.

—¿Por qué no? Nadar es la única forma de mantenerse fresco. Dijiste que tenías calor.

Savannah se quitó las sandalias.

—En realidad, no tengo tanto calor —mintió.

Una sonrisa sardónica apareció...