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Capítulo once

¿Qué demonios? Se reprendió a sí mismo. No eres un adolescente cachondo. Se recordó. No mires su escote.

—¿Qué te gustaría que te trajera? —repitió ella con esa voz tan sexy.

Maldita sea, esa boca.

Apartó su mirada fascinada de ella con una fuerza que merecía una medalla de oro. Pero nada, ni siq...