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CAPÍTULO 11

Dereck, encerrado, había bebido más de la mitad de la botella de whisky y estaba balbuceando entre sollozos.

—¡Maldita vida, de qué sirve, ah! Mi nuera murió por mi culpa, por mi culpa, por esa maldita perra que vino a la oficina a seducirme —rompió el vaso en el suelo gritando—. ¡Maldita sea!

Se ...