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EL PELIGRO QUE SE AVECINA

Tragué saliva con fuerza mientras la veía masturbarse con el consolador, su boca abriéndose más con cada grito de placer.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Fóllame, sí!

Cerré los ojos, incapaz de mirarla; se sentía como un rechazo.

—¡Mírame! —espetó, entre orgasmos.

Abrí los ojos y continué observándola hasta que gri...