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CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

Era el día de mi boda y la única parte que me emocionaba era ver a mi padre de pie.

Inmediatamente bajé las escaleras, lo vi parado en la puerta, con un traje y una sonrisa que pensé que había desaparecido hace mucho tiempo, plasmada en su rostro.

—¡Papá! —grité emocionada.

—Oh Tessa, no puedo ag...