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CAPÍTULO DOSCIENTOS CUARENTA Y NUEVE

El coche comenzó a ir a una velocidad muy rápida, pero no dije nada.

Después de todo, tenía un límite de tiempo.

Pronto llegamos al edificio de la capital, y me llevaron a ver al Rey.

—¡Xavier! —Su Majestad me llamó en cuanto se abrieron las puertas para mí.

Era una oficina grande, el enorme tro...