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CAPÍTULO CIENTO UNO

La brisa que soplaba seguía desordenando mi cabello, así que él sacó una goma y se acercó a mi espalda. Me ayudó a recogerme el cabello antes de volver a su asiento.

Había cambiado de su actitud estricta a una que podría considerarse romántica.

No estaba segura de que él supiera que era un esfuerz...