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Juego cambiado (2)

La siguiente mañana, Maestro no estaba a la vista en la gran cama; para su alivio, ella se acurrucó en la cama, con los ojos hinchados y los labios agrietados. No había dormido ni un parpadeo, ya que había tenido pesadillas sobre cadáveres y armas apuntándole. Temblaba tanto que pensó que tenía fieb...