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Capítulo noventa y cinco

Pero la amaba. La amaba. Muchísimo. ¿Por qué no se lo había dicho? La respuesta estaba justo frente a él. Tenía miedo.

Miedo de salir herido. Miedo de ser dado por sentado. Miedo de que ella lo dejara... Porque ella era increíble. ¿Quién no la querría?

No era la única que estaba herida... y asusta...