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Capítulo ochenta

Él lucía arrepentido y guapísimo. Como siempre. Aparentemente venía a verla a ella... O tal vez a Frank. Ella se quedó mirándolo, con las manos en el pomo de la puerta.

Monica y Karen la miraron y sonrieron.

—Hablando del diablo —dijo Karen, luego susurró—: Sé amable.

Y con eso, bajaron corriendo...