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Capítulo sesenta y ocho

Emma no intentó detenerlo. Con brusquedad, él le bajó la blusa de seda por los brazos y se la quitó. Su respiración se volvió rápida y agitada. Le quitó los pantalones del pijama a Emma con la misma rapidez, y los suyos propios, impulsado por el perfume de su excitación y por la urgencia de sus suav...