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Capítulo cuarenta y cuatro

Emma no pudo evitar sonreír.

—¿Ah, sí? —preguntó.

—Claro que sí —respondió él, también sonriendo.

Ella no quería que él la hiciera sonreír, pero lo hizo.

—Sabes... —comenzó—. Anoche fue algo estresante, creo que nos habría ido mejor si hubiéramos decidido pasar el día en la cama y retomar el tra...