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Henry curvó los labios, y hasta su rostro siempre inexpresivo ahora estaba teñido con una sonrisa.

—Está bien, volveré pronto.

—¿Eso es todo?

—Bueno, adiós.

Colgó el teléfono, lo miró y sonrió felizmente.

El sol poniente se inclinaba y se hundía. La luz dorada que se derramaba desde el horizont...