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40. Dueño de su corazón

Ester

El rostro de Sirius estaba inexpresivo, pero sus ojos eran penetrantes.

No había gracia en su mirada, ni humor, ni ira. Solo la forma más pura de una furia vacía.

Me recordó a cuando me apuñaló en el estómago.

Mis ojos se abrieron y mi cuerpo tembló. No era la misma expresión que tenía...