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Los gemelos alfa

—Bienvenidos al grupo Júpiter, Alfa Kevin y Alfa Kelvin —los saludó Zelda, su voz cargada de autoridad—. Esperamos que disfruten de su velada. Por favor, síganme a su mesa.

Zelda se movía con confianza, guiando a los gemelos a través de la multitud bulliciosa. Los aromas de deliciosas exquisiteces flotaban en el aire, tentando sus sentidos. Molly y Elizabeth esperaban su llegada, listas para servirles bebidas y ofrecerles una variedad de tentadores manjares.

Kevin, con una expresión estoica, observaba a las lobas elegantemente vestidas que revoloteaban por el salón de baile. Sus miradas coquetas y movimientos seductores no lograban despertar su interés. Se había cansado de estos bailes, donde muchos buscaban su atención solo por su título y poder. En el fondo, su corazón anhelaba una conexión genuina, su verdadera Luna, a quien pudiera dedicar su lealtad inquebrantable.

Kelvin, por otro lado, disfrutaba de la atención y el afecto que le prodigaban. Sus ojos jugueteaban de una posible compañera a otra, con una sonrisa traviesa en los labios. Coquetear con las lobas era su manera de disfrutar de estos eventos, buscando consuelo temporal en su compañía. Aunque su corazón anhelaba una conexión más profunda como la de su hermano, Kelvin estaba contento viviendo el momento, disfrutando de la emoción de cada encuentro.

Kevin, sintiendo el peso del desengaño asentarse sobre él, miró a Kelvin, quien parecía deleitarse con la atención. No podía entender cómo su hermano no se veía afectado por la superficialidad de todo. Sin embargo, respetaba la elección de Kelvin, reconociendo que cada lobo tenía su propia manera de encontrar satisfacción.

Al llegar a su mesa, Zelda se hizo a un lado, permitiendo que Molly y Elizabeth atendieran sus necesidades. El aire zumbaba con el melodioso murmullo de conversaciones y el tintineo de copas. Los gemelos se acomodaron en sus sillas, sus pensamientos consumidos por el anhelo de su destinada Luna, su verdadera alma gemela.

—Detesto estos bailes, Kelvin —murmuró Kevin entre dientes, su voz teñida con un toque de frustración—. Todas estas lobas lanzándose sobre mí, buscando solo mi rango y no la conexión que deseo.

Los ojos de Kelvin brillaron traviesamente mientras sonreía—. Vamos, hermano. Relájate un poco. No es tan malo. Estas lobas pueden ofrecer alguna distracción temporal.

La mirada de Kevin se endureció, llenándose de determinación—. Estoy aquí por una razón, Kelvin. Estoy aquí por nuestra compañera, nuestra verdadera Luna. Nadie más puede compararse con la profundidad de la conexión que tendremos una vez que la encontremos.

La mirada de Molly no pudo evitar posarse en los gemelos, su admiración evidente en sus ojos. Su cabello negro azabache, peinado hacia atrás desde sus rostros apuestos, acentuaba sus rasgos afilados y añadía un aire de innegable atractivo. Vestidos impecablemente con trajes elegantes que abrazaban sus atléticas figuras, exudaban un aura de poder y confianza.

Pero eran sus penetrantes ojos azules los que realmente la cautivaban. Como pozos de agua cristalina, contenían una profundidad de emoción e intensidad que parecía revelar secretos y deseos ocultos. En esos ojos, Molly veía destellos de vulnerabilidad y determinación, un testimonio de sus roles como líderes Alfa y su inquebrantable búsqueda de su verdadera compañera.

—¡Olvidé los postres! —exclamó Elizabeth en voz baja a Molly, quien asintió y se apresuró a buscarlos en la cocina. No se dio cuenta de que Olivia la había seguido hasta que esta la agarró por el hombro.

—Noté cómo mirabas a los gemelos Alfa, ten por seguro que nunca tendrás la suerte de captar su atención —Olivia empujó a Molly contra la pared y se rió mientras salía corriendo, dejando a Molly sola.

Molly sintió cómo su corazón se hundía al escuchar las palabras de Olivia, que la atravesaron como una afilada cuchilla. La risa que siguió solo añadió a su desesperación. Había sospechado que su admiración por los gemelos no había pasado desapercibida, pero que se lo echaran en cara con tanto desdén la dejó sintiéndose expuesta y humillada.

Como omega, era muy consciente de su lugar en la jerarquía del grupo. La más baja de las bajas, su papel se limitaba a servir y apoyar a los que estaban por encima de ella. Nunca se había atrevido a soñar con ser algo más que eso. Incluso entretener la idea de captar la atención de los gemelos Alfa parecía una fantasía tonta.

Las lágrimas amenazaban con brotar de los ojos de Molly, pero rápidamente luchó por recuperar la compostura. Se negó a dejar que las crueles palabras de Olivia rompieran su espíritu. Con una respiración profunda, Molly apartó el dolor y se recordó a sí misma su propósito allí.

Cuando regresó a la mesa, notó cómo Olivia había trabajado rápidamente para acercarse a los gemelos Alfa, riendo dramáticamente de sus bromas mientras Elizabeth esperaba a su lado, atendiéndolos en todo momento.

—Está tan desesperada —murmuró Elizabeth a Molly, haciendo que su rostro se frunciera en una mueca de disgusto.

Molly no pudo evitar sentir un destello de amargura al observar la rápida maniobra de Olivia para ganar la atención de los gemelos. Parecía injusto cómo Olivia se ganaba su lugar en su círculo interno sin esfuerzo, mientras Molly se quedaba observando desde los márgenes.

A medida que avanzaba la noche, Molly vio cómo Olivia continuaba su calculado juego para captar la atención de los alfas. No podía evitar preguntarse si era genuino o simplemente una estratagema para aumentar su propio estatus dentro del grupo. Molly sabía que los gemelos Alfa eran poderosos e influyentes, y Olivia buscaba alinearse con ese poder.

En ese momento, una oleada de conexión inesperada pasó entre Molly y el Alfa Kevin. Sus ojos se encontraron, y Molly sintió una extraña sacudida de familiaridad, como si ya se hubieran cruzado antes. Había algo diferente en él en comparación con su hermano gemelo, el Alfa Kelvin.

La mirada de Kevin contenía una mezcla de curiosidad e intriga, como si percibiera que había más en Molly de lo que se veía a simple vista. Por un segundo, Molly se permitió imaginar que él la veía como una igual, no solo como una omega, sino como alguien con fortalezas y profundidades que aún no habían sido exploradas.

Rompiendo la conexión silenciosa, Molly rápidamente desvió la mirada, un rubor subiendo a sus mejillas. No podía arriesgarse a pensar demasiado en el momento, sin estar segura de si era simplemente una coincidencia pasajera o algo más significativo. Las dinámicas del grupo eran complejas, y Molly sabía que no debía entretener tales pensamientos.

—¡COMPAÑERO!

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